Los publicistas somos buenos para darle forma a una marca, ayudar a vender un producto, crear una etiqueta que llame la atención en la góndola, un pieza digital que en pocos cuadros nos cuente una historia, una frase de campaña tan poderosa como memorable… en suma somos capaces de atraer enormes audiencias con nuestras ideas.
¿Pero qué sucede cuando se trata de nosotros?
Si damos un rápido vistazo por las diferentes páginas webs de las agencias de publicidad, sean internacionales, independientes, estudios de diseño o cualquier otro formato comunicacional hecho empresa, parece que nos cuesta encontrar un ángulo diferenciador al momento de “vendernos”.
Una buena mayoría cae en lo esperable: “Somos una agencia cuya creatividad trae resultados”. “Tenemos el mejor equipo de comunicadores”, ”Trabajamos para las marcas más grandes del país”. “Mira nuestros trabajos y los premios que nos hemos ganado”…y un clásico: “Queremos ser socios de tu marca”.
Cayendo en lo predecible
No está en discusión que esta información sea válida. Todo bien. El problema es que nos estamos repitiendo de tal forma que no nos estamos diferenciando y justamente una de las razones por las que nos pagan, es diferenciar una marca de otra.
Veo con buenos ojos el trabajo de una agencia que postea mucho en LinkedIn. Su contenido busca cuestionar los mitos, clichés y estereotipos de la publicidad. Un análisis ácido y certero sobre muchas verdades que todos conocemos pero que pocos se animan a hablar. Eso los vuelve diferentes pero sobre todo con una filosofía detrás. Y es probable que lo que este faltando sea justamente eso, una filosofía clara y una visión llevada a la acción.
Creo que cabe hacerse una pregunta: ¿Si los clientes solo eligieran a sus agencias por lo que dicen sus webs, estaríamos siendo lo suficientemente sugerentes y cautivantes en nuestro discurso como para convencerlos?
Si la respuesta es no, hay tarea por hacer.
Hasta la próxima.
